Lo haces y ni siquiera te das cuenta.
Imagina que cada conversación que tienes es una escena de teatro, donde interpretas un papel. En este mundo, Stephen Karpman, discípulo de Eric Berne, fundador del Análisis Transaccional, te introduce a su concepto: el ‘Triángulo Dramático’. Es una escena donde se desarrollan interacciones humanas conflictivas, confusas y a veces insanas. En esencia, el Triángulo de Karpman es un concepto que te ayuda a comprender en qué tu comunicación es disfuncional. Porque estos juegos están tan integrados en tu vida cotidiana, de manera natural e instintiva. Así que hoy, te invito a reposicionarte frente a tus adversarios, para ganar cada partida.
¿Quién juega qué?
- Víctima
Contexto: En una reunión familiar, Julie se queja constantemente de su trabajo y de sus colegas. Julie: ‘Nadie me valora en el trabajo, siempre soy yo quien tiene que hacer más’. En este caso, Julie asume el papel de víctima. Se siente oprimida y mal entendida en su entorno profesional, y expresa un sentimiento de impotencia.
Como Julie, podemos posicionarnos como víctimas cuando sentimos que el mundo está en contra nuestra. Es un poco como ser el héroe desgraciado de una serie dramática donde todo parece ir mal. Nos sentimos impotentes y a menudo buscamos la compasión o la comprensión de los demás.
- Perseguidor
Contexto: En una conversación, Paul critica abiertamente las elecciones profesionales de su amigo. Paul: ‘Es ridículo seguir una carrera en el arte. Deberías hacer algo más estable’. Aquí, Paul se posiciona como el perseguidor. Juzga y menosprecia las elecciones de su amigo, adoptando una posición de superioridad.
Cuando estamos en la piel del perseguidor, como Paul, nos convertimos en críticos severos. Podemos pensar que poseemos la verdad absoluta y no dudamos en señalar los errores de los demás.
- Salvador
Contexto: Lea nota que su madre está abrumada y le ofrece su ayuda sin que se la pidan. Lea: ‘Pareces abrumada. Déjame ayudarte’. Lea asume el papel de salvadora. Busca ayudar a su madre, aunque no lo haya solicitado, con la esperanza de aliviarla.
Ser el salvador es un poco como ser un superhéroe sin capa, como Lea. Sentimos la necesidad de intervenir y salvar a los demás, a veces incluso sin que nos pidan ayuda. Es un papel gratificante, pero a menudo (usualmente) esconde un deseo de reconocimiento o de control. Y este tipo de situación puede terminar de esta manera: ‘Pero de todos modos, no te pedí nada, déjame en paz, lo hago mejor sin ti’.
A esto se le llama, el ‘golpe de teatro’ o el ‘cambio’. En un momento, los papeles cambian y el perseguidor se convierte en víctima, o el salvador se convierte en perseguidor, o la víctima se convierte en perseguidor.
¿Por qué todos juegan a juegos psicológicos?
La respuesta se encuentra en los beneficios ocultos que ofrecen.
El perseguidor: ‘Me irritas, realmente no se puede hablar contigo’ Por miedo, ansiedad, a menudo adopta una posición dominante y crítica, incluso bruta. Se satisface con la idea de que es gracias a su comportamiento autoritario que él es el motor del progreso. Está convencido de que ‘sin mí, nada sucedería’. Para obtener resultados e incluso obediencia, piensa que es necesario mantener esta dinámica persuadiéndose de que es la convicción la que empuja a tener cierta agresividad. Su creencia: hay que actuar (urgencia. Mi necesidad primero) El salvador: ‘Oh pobrecita, si quieres, puedo ir a buscarte’ Por falta de confianza, es la búsqueda de reconocimiento lo que lo hace tan atractivo. Todos hemos oído o dicho: ‘Mira todo lo que hago por ti’. Esperando ser reconocido y apreciado, se encuentra con el rechazo. Su creencia: hay que intervenir (X no es autónomo) (yo sé lo que hace falta) La víctima: ‘De todos modos, no tengo dinero, no puedo hacer nada’ Por impotencia ante la situación, quiere atraer la atención y recibir simpatía. Quiere ser el centro de preocupación, para sentirse valorada. Pero su deseo más profundo de sentirse amada y cuidada a menudo choca con la realidad de las relaciones humanas, donde no siempre obtiene la respuesta esperada. Creencia: No lo lograré (no soy autónomo)
Estos juegos validan nuestras creencias sobre nosotros mismos y los demás, así como reproducen patrones relacionales familiares.
Lo impresionante es que caemos en la trampa sin darnos cuenta, todo el día. Frente a una persona que va a jugar uno de estos papeles, automáticamente, asumimos uno de los otros dos papeles. Y jugamos a perder. Porque estar en el triángulo no es beneficioso, ya que son dinámicas relacionales insanas, basadas en el conflicto, la manipulación, el malentendido y las insinuaciones que impiden relaciones auténticas y equilibradas.
¿Cómo salimos de esto?
En 1990, Acey Choy publica el Triángulo ganador. Dice que las víctimas ante la adversidad deberían cultivar una percepción de vulnerabilidad, buscar activamente soluciones a sus problemas y desarrollar una mejor autoconsciencia. Aconseja a aquellos que se comportan como perseguidores adoptar una actitud más asertiva, de manera constructiva, sin caer en el castigo. E incita a los salvadores a practicar una benevolencia reflexiva, sin inmiscuirse en los asuntos ajenos para resolver sus problemas en su lugar.
Como dice a menudo Vanessa Borja, Practicante de psicoterapia de análisis transaccional, nuestra expresión siempre debe ser: Factual, Objetiva y Racional, expresando solo lo que YO siento. Al posicionarnos de esta manera, es posible decir cualquier cosa a cualquiera, sin provocar conflicto.
Para terminar, lo más importante es aceptar: Una parte de mí se sintió asustada, impotente o abandonada, porque necesita seguridad, libertad, acción o amor, está bien. Está bien reaccionar como Víctima, Perseguidor o Salvador. Sin embargo, si quieres tener relaciones saludables con los demás, lo importante es tomar conciencia de ello, en los demás y especialmente en ti mismo, para luego tomar la distancia suficiente para salir de ello.
Los juegos psicológicos son como el Uno, el primero en salir es declarado ganador.